Gritar a los
niños daña su personalidad y seguridad.
Si gritas a tu hijo
de forma habitual, al final te verá como una persona autoritaria distante y
lejana. Además el mensaje perderá efectividad.
Además los niños son
muy observadores y se dan cuenta de que estas reacciones se deben a que el
adulto tiene un problema con su comportamiento, y conseguirá manipularte,
sabiendo convencerte para conseguir lo que quiere.
Si un padre no tiene
por costumbre gritar a su hijo, posiblemente cuando
le regañe en un tono más alto será más eficaz, pero utilizar los gritos y los enfados de forma repetida no solo no es efectivo, sino que conseguirá el
efecto contrario. Muchos padres recurren a descalificar a sus hijos con frases como: “¡es que no
espabilas!, ¡eres un inútil!, ¡ mira tú compañera como es más trabajadora…”
acompañadas de gritos. Estas actuaciones cuando se utilizan de forma ocasional
no tienen por qué causar gran daño en su estabilidad emocional, pero en mi
opinión no hay por qué hacer sufrir al niño sin necesidad, pues creo que es
mucho más productivo educar al niño desde sus valores, destacando sus acciones
positivas.
El error, es
cuando los padres aplican los modelos familiares que emplearon con ellos,
creyendo que reprendiéndole y presionándole conseguirán que “se ponga las pilas”.
Estas conductas se deben también a las preocupaciones personales de los
mayores, las cuales siempre paga el más cercano. Pero no creo que con esto
lleguen a conseguir un buen comportamiento en su hijo, sino más bien lo
contrario: una rabieta.
En alguna ocasión, si que llegamos a conseguir lo que
pretendemos, pero si el niño se acostumbra al autoritarismo de sus mayores, al
final el adulto utilizara las descalificaciones cada vez más a menudo y de
forma más ofensiva. No digo con esto que no haya que tener autoridad a la hora
de educar y fijar unas reglas de comportamiento. Sino que hay mejores técnicas
para conseguirlo sin perder los nervios.
Me parece de gran utilidad hacer razonar al niño y que
entienda el por qué de las cosas, el motivo por el cual se ha llegado a esa
situación.
Por otro lado, si se abusa demasiado de
descalificaciones, disputas, gritos… conllevara un deterioro en el autoestima
del niño, incluso puede llegar a no sentirse valorado por sus padres,
alejándose cada vez más de ellos. De esta manera, se impide una relación íntima
y afectiva con su familia.
Puede llegar a
convertirse en un “rebelde” que desafía continuamente la autoridad de los
adultos. Provocando sentimientos de rabia que terminaran con agresividad.
Para corregir estas conductas en los niños debemos de
establecer una serie de normas desde que son pequeños. Sin establecer demasiada
permisividad y sobreprotección. Negociando mediante el diálogo, haciéndole entender,
destacando sus logros con palabras de afecto…
Otras de las cosas que debemos tener en cuenta son:
§ Ceder después de haberle dicho “no”.
§ Quitarse la autoridad entre adultos el uno al otro (contradecirse
en el castigo).
§ No escuchar la opinión del niño.
§ Mentirle o no cumplir algo que le hayamos prometido.
Estas conductas en los adultos, son una gran preocupación en nuestra sociedad actual, una sociedad en la que el estrés convive cada día a nuestro lado. Y a veces, olvidamos la educación de los más pequeños porque estamos demasiado ocupados con nuestro trabajo y " nuestras cosas de mayores". Dejando a un lado lo más importante.
Bibliografía:
Virginia González. Psicóloga
y profesora.
Escuela
Simmons de Trabajo Social de Boston (EE UU).
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