Sentarse y emprender la tarea de
hablar sobre una mujer como Violeta Parra, me ha resultado bastante complicado,
al igual que a Javier Martínez Reverte responsable del prólogo, selección y
notas que aparecen en la antología de la obra de esta artista; pues como el
mismo Javier dice, esta labor es algo parecido al intento de poner puertas al
campo o parcelar con verjas el océano. Lo
justo sería, dejarle a ella hablar por sí misma, con su propio verso y su
propia partitura.
Violeta nació en 1917, en San Carlos,
Ñuble, localidad del sur de Chile. Para resumir en pocas palabras su biografía,
fue en definitiva el vivo ejemplo de un pueblo campesino, que, entrando en el
proceso de industrialización del país, se lamenta o se rebela ante las nuevas
condiciones de vida, de las nuevas injusticias. Nacida y criada en el campo,
debe emigrar a la ciudad para abrirse camino, con solo la guitarra y su voz al
hombro. Su vida termino con ese final desesperado que tantos poetas han
reflejado en sus versos y que muy pocos han sido capaces de realizar con un
tiro de escopeta. Violeta sí lo hizo, el amor le llevó al suicidio.
Para Violeta Parra la distinción
no existe. Su verso es su biografía, su canción es su sangre, su música es su
propio lamento o su propia risa; la medida del verso, el ritmo de su
respiración, y la guitarra un miembro más de su cuerpo. Pero ese artista no es
un ser aislado que desciende sobre la tierra para entregar su genio. Violeta
supo ser, o vino a ser, la expresión más genuina de un ser popular: recogía la canción,
el folklore, el lamento de su pueblo y lo hizo transcender hasta dotarles de un
sentido de lucha social, finalmente de un sentido político.
Violeta no fue solamente una
pionera de la recopilación folklórica en su país. Violeta recorrió Chile de una
punta a otra desenterrando antiguas canciones, grabándolas en su magnetofón de
la voz de los ancianos “cantores” y “cantoras” del pueblo. Violeta editó y
cantó con su propia voz esos “parabienes”, ”cuecas”, ”valses”, “velorios ”, “tonadas”
y “refalosas” ya casi olvidadas que conseguía hacerse cantar por viejos
lugareños que aún recordaban las estrofas.
De esta
difícil y dura labor, la propia Violeta nos da testimonio en un libro de
antología folklórica, Poesía Popular de los Andes, editado en París.
Violeta no podía ser ya una
artista de “hits” con mayor o menor calidad. Ella iba más lejos al hacerse portadora
de la expresión de su pueblo, y en ese sentido, resucitaba en su persona aquel
viejo concepto del arte que no hace de la poesía o de la canción un objeto de
consumo, sino que los sitúa en la sociedad con función propia.
Violeta Parra tenía la necesidad
urgente de crear sin tregua, canciones, músicas instrumentales, pinturas, tapices, décimas…
Violeta era creación.
Para terminar, decir que podría seguir
escribiendo mucho más acerca de ella, pero como apunte al principio dejemos que
sea Violeta la que os encandile con su canto a la vida y a la muerte.
Rin Del Angelito por Violeta Parra
Ya se va
para los cielos
ese querido angelito,
a rogar por sus abuelos,
por sus padres y hermanitos.
Cuando se muere la carne
el alma busca su sitio,
adentro de una amapola
o dentro de un pajarito.
La tierra lo está esperando
con su corazón abierto,
por eso és que el angelito
parece que está despierto.
Cuando se muere la carne
el alma busca su centro,
en el brillo de una rosa
o de pececito nuevo.
En su cunita de tierra
lo arrullará una campana,
mientras la lluvia le limpia
su carita en la mañana.
Cuando se muere la carne
el alma busca su diana,
en el misterio del mundo
que le ha abierto
su ventana.
Las mariposas alegres
de ver el bello angelito,
alrededor de su cuna
le caminan despacito.
a rogar por sus abuelos,
por sus padres y hermanitos.
Cuando se muere la carne
el alma busca su sitio,
adentro de una amapola
o dentro de un pajarito.
La tierra lo está esperando
con su corazón abierto,
por eso és que el angelito
parece que está despierto.
Cuando se muere la carne
el alma busca su centro,
en el brillo de una rosa
o de pececito nuevo.
En su cunita de tierra
lo arrullará una campana,
mientras la lluvia le limpia
su carita en la mañana.
Cuando se muere la carne
el alma busca su diana,
en el misterio del mundo
que le ha abierto
su ventana.
Las mariposas alegres
de ver el bello angelito,
alrededor de su cuna
le caminan despacito.
Cuando se
muere la carne
el alma va derechito
a saludar a la luna
y de paso al lucerito.
Adónde se fué su gracia
adónde fué su dulzura,
por qué se cae su cuerpo
como la fruta madura.
Cuando se muere la carne
el alma busca en la altura
la explicación de su vida
cortada con tal premura,
la explicación de su muerte
prisionera en una tumba.
Cuando se muere en carne
el alma se queda oscura.
el alma va derechito
a saludar a la luna
y de paso al lucerito.
Adónde se fué su gracia
adónde fué su dulzura,
por qué se cae su cuerpo
como la fruta madura.
Cuando se muere la carne
el alma busca en la altura
la explicación de su vida
cortada con tal premura,
la explicación de su muerte
prisionera en una tumba.
Cuando se muere en carne
el alma se queda oscura.
Canción de carácter político. "¿Qué dirá el Santo Padre?".
Canción de Violeta "Me gustan los estudiantes", interpretada por la gran artísta Mercedes Sosa.
Entrevista a Violeta Parra.
Alba Escudero García.
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